martes, 9 de octubre de 2007

Rivera

El fin de semana estuve en Rivera, en el encuentro de la Tnuá para Beinonim y Bogrim de Buenos Aires, Bahía y Rivera.
A pesar de haber escuchado sobre el pueblo miles de veces, nunca antes había estado. Iba con expectativas de conocerlo y ver si confirmaba tantas historias.
Y la verdad, las confirmó. Es un lugar chico, obviamente, pero extremadamente tranquilo, donde los problemas parecen reducirse ampliamente.
Las libertades parecen aumentar. Y van más allá del negligente hecho de que chicos de 12 años manejen camionetas en las que dudo lleguen al freno. En Rivera no hay Bitajon. Y para que? Si todos conocen a todos.
Las puertas quedan abiertas, los mifkadim se hacen en la calle, las peulot en las plazas y en el anfiteatro local. Sin autorizaciones, sin planillas, solo porque sí y espontáneamente. Todo el tiempo con la Jultzá puesta, por sobre el resto de la ropa, ya sea en la sinagoga o en la heladería de polito (la única del universo con helado sabor "cafe fashion").
La comunidad judía de Rivera supo ser grande y notablemente activa, y eso se sigue viendo hasta hoy en su gran sinagoga, su Centro Cultural y el edificio comunitario. Se podía dar las peulot ahi, y tambien en cualquier otro lado. Todo el pueblo era como un gran jeder.
La gente parece vivir mas tranquila, sin apuros, sin tantas preocupaciones, sin inseguridad, sin robos. Y si claro, todos son amigos de todos.
Ni loco viviría ahí, porque tanta tranquilidad terminaría por enloquecerme, pero un fin de semana de peulot en Rivera no tiene comparación.

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